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¿Qué relación hay entre Huella ecológica y salud? Pocas personas conocen el concepto de Huella ecológica, y menos aún lo relacionan con la salud.

Afortunadamente, nuestra sociedad sí que conoce que nuestro medio ambiente está en una situación penosa. Esta catástrofe medioambiental en la que estamos se debe, en cierta medida, a la falta de conciencia que tenemos de ese concepto de Huella ecológica.

¿Qué es la huella ecológica?

La huella ecológica es un cálculo de la relación entre la población humana existente, su demanda de recursos y la presión que generan sobre el medio ambiente del planeta.

Cuando el volumen de población y su forma de vida permiten la existencia o regeneración de los ecosistemas, decimos que la huella ecológica es sostenible. Si no permiten la recuperación, obviamente nuestra huella ecológica es insostenible. Esta es la grave situación en la que nos encontramos desde hace tiempo.

¿Por qué nuestra Huella ecológica es insostenible?

Nuestra huella ecológica es insostenible por esos dos elementos citados: Población y forma de vida. Por separado serían insostenibles, pero juntos es mucho peor, es la situación de emergencia en la que ya estábamos antes de la pandemia del coronavirus, y que ahora muestra simplemente un síntoma imposible de obviar.

Estamos acercándonos a los ocho mil millones de habitantes en el planeta.

Según la Huella ecológica, nuestro planeta conserva su capacidad de recuperación hasta los dos mil quinientos millones de personas. A partir de ahí, la población ya no es sostenible.

Y no es que somos unos pocos más, no. Sobramos nada más ni nada menos que unos cinco mil millones de habitantes.

Por si fuera poco, descontando previamente los fallecimientos, cada día tenemos un excedente de unas doscientas mil personas más que nacen, produciendo un crecimiento hasta ahora ilimitado en la especie humana.

Visto desde el medio ambiente, hace ya mucho tiempo que somos una plaga en toda regla. Huella ecológica y salud se relacionan directamente.

Por supuesto, hay países en los que ya no nace este exceso de población. En el extremo opuesto, hay muchos países en los que el número de nacimientos es un verdadero exceso.

A todo esto le hemos de añadir que, cuando la economía nos lo permite, mantenemos un volumen de consumo innecesario y perjudicial, tanto en cantidad como en cualidad.

¿Tenemos capacidad para revertir la catástrofe medioambiental?

Sí que la tenemos. Es sencillo, muy fácil de comprender. No requiere ningún esfuerzo que esté fuera de nuestro alcance. Se trata simplemente de que cada país vaya regresando paulatinamente a una cifra de población que se adecúe a la huella ecológica de su territorio.

Lograrlo implica una información bien realizada y constante a toda la población para que entre todos tengamos menos hijos, que nos lo pensemos antes de decidir un embarazo, que tengamos presente siempre el coste medioambiental actual de cada nueva persona. No es preciso crear leyes ni llegar a prohibiciones como el programa que intentó China hace años. Sólo hace falta mucha divulgación del grave problema en el que nos encontramos.

Lógicamente, algo así requiere una voluntad global, unánime y firme en todos los niveles de la sociedad. Requiere conciencia en cada individuo, en cada región, en cada país y en las organizaciones internacionales.

Hace falta una divulgación larga, sostenida, sensible e inteligente para que pueda ser entendida y puesta en práctica en cada cultura, en cada religión, en cada situación sociopolítica.

¿Qué podemos hacer?

La labor que se ha realizado hasta ahora en materia medioambiental es loable, ha supuesto mucho esfuerzo por parte de algunos países y organizaciones; el resultado ahí está a la vista de todos. Pero se ha mostrado insuficiente.

Plantar árboles, no viajar innecesariamente, comer vegano, etc., suponen una revolución admirable en la historia de la humanidad. Pero si la población sigue creciendo ilimitadamente, todos podemos comprender que más temprano que tarde se producirá un colapso definitivo de nuestra civilización.

Está el temor popular a que no haya relevo generacional, que no se puedan pagar las pensiones, los desequilibrios étnicos, etc. Estos peligros no son tales, sino solo asuntos que requieren dedicación técnica y administrativa para enfocarlos y solucionarlos.

Hemos llegado a un momento en el que la salud ya no es posible sin la salud medioambiental.

Aún tenemos durante unos pocos años la oportunidad de dar marcha atrás y emplear a nuestro favor la inteligencia que tenemos, utilizarla colectivamente para salirnos de la trayectoria suicida que llevamos, optar por una vida individual y colectiva más digna para todos.

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