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Segunda entrega de la serie Los 10 Secretos del Masaje

La Ropa

Normalmente, la persona que recibe el masaje está desnuda o en ropa interior. Según el tipo de masaje que vamos a realizar necesitaremos indicar qué zona del cuerpo debe estar descubierta y qué ropa se ha de quitar. Daremos esta indicación de manera clara y amable, indicándo además en la posición en la que debe colocarse en la camilla.

Cubriremos a la persona con una toalla grande o con alguna tela suave de tejido natural para que no se sienta desnuda en un primer momento. Durante el masaje, podemos ir descubriendo cada zona que vamos a tratar, cubriéndola una vez tratada.

El tejido de cobertura sirve también para mantener la temperatura de las zonas corporales que no estamos masajeando, cumpliendo además una función sensorial y emocional.

El Aceite

Hay masajes que se realizan sin aceites o cremas, pero los más habituales utilizan sustancias que, además de permitir un buen deslizamiento a las manos del masajista, nutren e hidratan la piel de la persona que recibe el masaje.

El aceite más utilizado en masaje es el aceite de almendras, que es excelente en todas sus funciones, es económico y muy fácil de adquirir. Tiene la característica de ser natural, simple, sin ningún tipo de aditivo químico ni proceso nocivo para la salud.

Podemos utilizar otros aceites vegetales como el de sésamo o el de coco, que son ligeros.

Desde luego, evitaremos los aceites minerales y las cremas que utilizan productos químicos. Algunos de ellos derivados del petróleo. Antes de adquirir un aceite o crema para masaje, haremos bien en leer minuciosamente sus componentes, absteniéndonos de comprarlo en caso de duda.

La textura del aceite debe ser suave y no debe calentar la piel expcialmente cuando apliquemos técnicas intensas, como es el caso de las fricciones y el de los amasamientos.

Apenas debe oler o su olor debe ser agradable. Podemos añadirle algún aceite esencial en el caso de que hiciera falta mejorar su olor o para añadir algunas propiedades.

El Contacto

Estamos ante otro aspecto muy importante del masaje.

La persona que lo recibe está en una situación de pasividad y sensibilidad que le permite percibir muchos matices de nuestro trabajo y nuestro contacto.

Nunca debemos tocar a la persona teniendo las manos frías. Las manos del masajista deben estar a la misma temperatura que la piel de la persona receptora, como mínimo, si están algo más calientes, mejor aún, sobre todo en el caso de que la persona tenga la piel fría. En el caso de que no tengamos las manos suficientemente calientes, podemos ayudarnos con algún elemento que nos ayude a elevar su temperatura, como alguna fuente de calor o frotarnos las manos o la combinación de ambos.

Para aplicar aceite, lo pondremos primero en nuestra mano y de allí lo iremos extendiendo. No lo aplicaremos directamente y nunca lo aplicaremos frío.

La piel de las manos del masajista debe ser suave, fina, exenta de durezas y asperezas, con las uñas muy cortas y ausencia de anillos, pulseras, reloj o cualquier elemento que pueda producir un roce excesivo o extraño.

El contacto de las manos debe ser firme, no debe ser flojo, tembloroso o dubitativo, que daría a la persona receptora una impresión de miedo o inseguridad. Desde el primer momento que tocamos a la persona receptora, ya no debemos abandonar el contacto hasta el final del masaje, en el cual, dejaremos el contacto de manera progresiva y suave, advirtiéndole de que estamos terminando o hemos terminado. Incluso en el caso de que durante el masaje debamos incorporar más aceite, lo haremos de manera que una de nuestras manos siempre se mantenga en contacto con la persona.

Las emociones y tensiones se transmiten fácilmente entre las personas, como la mayoría de nosotros comprobamos diariamente al estar con otros, incluso aunque no estemos muy cerca. Por tanto, cuando vayamos a realizar un masaje, debemos asegurarnos de estar tranquilos, relajados, en paz, contentados, libres de toda ansiedad y preocupaciones. Si no nos encontramos bien, es mejor posponer la sesión de masaje hasta que estemos en mejores condiciones.

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